No, no somos todos.
Cuando no se hacen las inversiones necesarias porque las legislaturas duran 4 años, el Estado no somos todos.
Cuando se desembalsa una presa de emergencia sin alertar a las poblaciones cauce abajo, el Estado no somos todos.
Cuando no se ayuda a la víctimas de una catástrofe porque la administración competente no lo pide, porque el mando político no lo ordena o, peor, rechaza una ayuda que es necesaria para no dar mala imagen, el Estado no somos todos.
Cuando las autoridades no auxilian a quienes lo necesitan urgentemente y se dedican a impedir que otros lo hagan, el Estado no somos todos.
Cuando los políticos se dedican a lanzarse reproches y echarse la culpa unos a otros sin resolver los problemas de la gente, el Estado no somos todos.
Cuando se nombran a familiares, amigos y correligionarios que claramente no están cualificados para desempeñar cargos de responsabilidad, el Estado no somos todos.
Cuando los medios de comunicación se convierten en voceros de la versión oficial y tapan lo que no interesa porque dependen de licencias, subvenciones y órganos reguladores, el Estado no somos todos.
Cuando se reparten el Consejo de Administración de RTVE, el Consejo General del Poder Judicial y el resto de instituciones públicas y órganos para-estatales, el Estado no somos todos.
Cuando la Fiscalía, el Tribunal Constitucional y los miembros del poder legislativo defienden sistemáticamente las órdenes de quienes les han puesto en el cargo, el Estado no somos todos.
Cuando se incumplen impunemente las promesas electorales o el poder ejecutivo directamente legisla, el Estado no somos todos.
Cuando la ley protege al delincuente y desampara a la víctima; cuando dejamos de ser iguales ante la ley, el Estado no somos todos.
Cuando se indulta, se amnistía o se reduce el tiempo efectivo de condena de criminales asociados con la mayoría de Gobierno, el Estado no somos todos.
Cuando no se rectifican de oficio los actos declarados nulos o inconstitucionales, ni se compensan los daños, ni nadie es castigado por sus faltas y atropellos, el Estado no somos todos.
Cuando se compran bienes o servicios a precio de oro a tramas corruptas y empresas amigas, se fraccionan contratos públicos o se contrata mediante procedimientos sin publicidad acelerados, el Estado no somos todos.
Cuando los delincuentes eluden la cárcel porque se dejan prescribir los delitos, se pasan los plazos, se producen errores inexplicables en el procedimiento, se pacta con la fiscalía o se les reduce la condena porque la justicia es demasiado lenta, el Estado no somos todos.
Cuando la administración no te contesta, el denominado silencio administrativo, el Estado no somos todos.
Cuando se amañan unas oposiciones, el Estado no somos todos.
Cuando la DGT o la agencia Tributaria pierden la mitad de los casos que se terminan en juicio, pero la mayoría ni siquiera recurren porque sale más caro hacerlo que pagar una sanción injusta, el Estado no somos todos.
Cuando para cultivar una lechuga, pescar un atún u ordeñar una cabra hay que hacer un máster en derecho administrativo, el Estado no somos todos.
Cuando se te pasa el plazo porque no hay citas o los sistemas informáticos no funcionan y eso te causa un perjuicio, el Estado no somos todos.
Cuando te dan cita médica de urgencia para dentro de 8 meses, o te fijan la fecha de juicio para dentro de 6 años, el Estado no somos todos.
El Estado sois vosotros, los que vivís como reyes a costa del pueblo sin aportar a la sociedad ni una pequeña fracción de lo que recibís por ocupar estos cargos públicos, y los que estáis dispuestos a callar, mirar hacia otro lado e incluso cooperar con los anteriores para mantener vuestro tren de vida con el dinero que se expolia a los españoles.
Nosotros somos las Nación, personas que nos reconocemos mutuamente como integrantes de una misma comunidad político-cultural configurada a lo largo de la historia, con características e intereses propios y compartidos; capaces de decidir, sin injerencias ajenas a nosotros mismos, cómo gobernarnos y el tipo de sociedad en la que queremos vivir; conscientes del peligro de que el Estado utilice sus facultades en provecho propio, o contra quienes debe servir y proteger; y sabedores de que sólo un poder está en disposición de frenar los abusos de otro.
Nosotros somos los que, cuando vemos el constante deterioro de nuestras condiciones de vida, fruto de la voracidad de un Estado que, a pesar de superar cada año todos los récord de recaudación de impuestos, no es capaz de desempeñar con solvencia sus más elementales funciones nos vemos en la obligación de disolver todo vínculo político con este entramado institucional, llamado Estado, que se sirve de nosotros.
Debemos instaurar nuevas instituciones al servicio de la ciudadanía y establecer las garantías para nuestra futura libertad e independencia basadas -al menos- en la representación política de los electores, no de los partidos, en la separación de poderes en origen y en el pleno sometimiento de todos los políticos tanto unas leyes que plasmen la voluntad popular libremente expresada, como al mandato imperativo, directo y revocable a discreción de sus electores.
Este Estado es la enfermedad que corroe a nuestra Nación y demuestra todos los días su voluntad de someternos a una servidumbre perpetua, de enfrentarnos los unos a los otros para que no veamos el origen del problema. Tratan de convencernos de que el amo nos quiere y nos cuida. De que el Estado somos todos mientras se abandonan a su suerte a los caídos. Hoy han sido los valencianos, pero mañana le puede tocar a cualquiera. Se nos han acabado las ganas de padecer el fallo sistémico de la partitocracia. No es nuestra voluntad vivir así.
El Estado sois vosotros. Nosotros somos la nación. Y sólo la Nación, a la que algunos llaman pueblo, salva a la Nación porque nosotros sí que estamos obligados, no por la ley, sino por el honor y la moral, a proteger a los nuestros cuando desaparece el Estado. Igual que es nuestro deber reparar las instituciones cuando dejan de ser útiles y se convierten en un peligro, porque como están ya no nos sirven. Nunca nos sirvieron en realidad.
No basta con arreglar los desperfectos y esperar a los estragos de la siguiente crisis institucional. Hay que someter a este Estado egoísta y fallido para ponerlo al servicio de todos, algo que solo puede hacer una Nación unida. En eso estamos cada día más gente; animando a los que faltáis para formar esa masa crítica capaz de construir el Estado que queremos para que abandonéis los enfrentamientos espurios con los que nos dividen y os suméis al movimiento civil por la libertad y la democracia. Depende de vosotros que lo hagamos realidad.
¿Y tú? ¿Eres Estado o eres Nación? Si eres estado dale al pulgar había abajo. Si eres nación comparte, comenta cuándo el estado no somos todos y dale a me gusta a otros comentarios para ir creando una lista ordenada de cosas que tenemos a cambiar cuando se recupere la normalidad en las localidades arrasadas por las inundaciones y las instituciones.
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